¡¡Arriba las manos!! ¡¡Arriba las manos!! ¡¡Arriba las manos!! ¡¡Arriba las manos!! ¡¡Arriba las manos!! ¡¡Arriba las manos!! ¡¡Arriba las manos!! ¡¡Arriba las manos!!

Volver  Volver 


Objetos Perdidos

by Gisu.

 

[by Gisu]l extenso piso de azulejo gris lustrado lo condujo. Casi al fondo del salón, un enorme cartel de letras rojas le indicó que había llegado:

“Grandes almacenes. Sección de objetos perdidos”.


- Disculpe; – dijo al muchacho de gorra colorada y camisa a rayas, que atendía el mostrador - he perdido mi alma.

- Aguarde un momento caballero – dijo el joven ofuscadamente – termino con la señora, y lo atiendo... Sepa aguardar su turno... ¿podrá ser?

 

Y el reloj en su muñeca empezó a contar el rato. Tic tac, Tic tac… Los minutos comenzaban a pasar. Alzó al joven, que seguía en su larga charla de radiadores con la señora, una mirada tajante, pero que no recibió respuesta... Era claro que no era maldad, sino completa y absoluta indiferencia. Tan sólo era un cliente más, que estorbaba en la caja de objetos perdidos... La Sección del Tesoro, como le decían, porque el almacén tenía la política de retener los objetos extraviados mes y medio, y luego de acabado el plazo, surgían rifas y regalos entre jefes y empleados, que se disputaban acorde a su rango las mejores “pérdidas”.

 

Tuvo entonces que agradecerle a la novela de las cinco de la tarde; porque la señora de pronto miró la hora y su rostro se volvió pálido y agitado... No llegaba por lo visto. ¿Se quedaría el galán con la hija no reconocida del cafetalero?... Ahh... Los grandes cuestionamientos que plantea la vida parecían ayudarlo por vez primera.

 

Con el mostrador ahora vacío de otros clientes, se sintió casi atendido... Miró al jovenzuelo ya libre en su puesto, que le devolvió la mirada de manera sobradora. Mascaba chicle histéricamente.

 

- Entonces... – dijo - Me decía usted que ha perdido... ¿qué cosa?.

Y parecía que eran las rayas de la camisa las que hablaban, y no el chico.

 

- Mi alma joven, mi alma... ¿No la habrán encontrado ustedes, por casualidad, no?

 

Y las rayas contestaron enseguida y de manera muy cortante:

- Pero... ¿cuándo ha tenido esta “pérdida”, si puede decirme?

 

- Esta mañana... esta mañana – contestó tranquilo-, vine a comprar un libro, y cuando llegué a casa, me di cuenta de que me faltaba el alma.


- Y... ¿Cómo está tan seguro de que fue aquí? - Y al hombre le pareció que las rayas ya estaban actuando de un modo cuasi insolente.

 

- Porque compro absolutamente todos mis caprichos con mi alma, con esa alma. Ya la he vendido tantas veces... que la dejo en los sitios más inverosímiles. Si le dijera casi no me creería.

 

- Descríbame su alma, por favor... – dijeron las rayas rojas que parecían cada vez más anaranjadas – Porque... ¿sabe?... tenemos aquí muchas, y de muchos modelos. Desde que el Ministerio declaró satisfactorio usar el alma a la hora de comprar utilitarios, no sabe usted cómo se emplea; incluso ha desplazado de su trono a las tarjetas de crédito... A esas casi no las usan ahora... Aunque es claro que en eso también ha influido la conciencia ecológica de la gente, ¿vio?... Ya miran con mala cara cualquier cosa de plástico...


- Sí, es cierto, es cierto, pero es que es tan cómodo. Siempre la está cargando uno, sólo hay que firmar con unas gotitas de su sangre, y se tiene crédito ilimitado y durante toda la vida. Por otra parte, no tiene esa incomodidad de las tarjetas de tener que pagar a fin de mes... No, no, el pago sólo se ha de hacer tras la muerte, y entonces, ¿a quién le importa? ... ¿no?


- Sí, sí... lo sigo... – dijeron las rayas como si en realidad nada hubiesen oído - ...pero si es tan amable de describirme su alma, por favor... Así se agiliza el trámite...


- Oh, sí... por Lucifer, discúlpeme. No sé dónde tengo la cabeza... Mi alma es negra, de un negro muy oscuro... Aunque siempre me he preguntado cómo algo negro puede ser oscuro... Tiene dos enormes alas con unos ganchitos para sujetar.... – Y recordando de pronto agregó -  Ah, y está vacía por completo... No contiene nada de nada.


- Pues disculpe – dijeron las rayas de forma insolente, mientras la cabeza del joven seguía mascando chicle agitadamente - , pero deberá darme usted más datos... Aquí la mayor parte de las almas son así.


- Oh, bueno, tiene unas impregnaciones, en el fondo, hacia el principio, de cuando era joven. Ayudé a mi hermano cuando se rompió la pierna, le llevé al hospital, y le hice compañía varios días para mantenerlo animoso... Luego hice algunas buenas amistades, tendría yo entonces diez años... Sí, qué tiempos aquellos... Aquellas acciones dejaron unas pequeñas manchas blancas en el fondo, como le decía, casi no se ven, pero están ahí.


- Umhh, eso es bastante clarificador. – Y de pronto pareció que otra vez era el muchacho el que hablaba, casi como interesado en el tema de rescatar ese alma de entre la pila oscura que se erguía detrás del mostrador - ...Casi nadie tiene manchitas de esas, o las borraron hace tiempo... Es como que a muchos les da calor conservarlas...


Y levantando la mirada desde la camisa, hasta la cara contraída por mascar chicle del muchacho, contestó:

- Sí, es que soy un descuidado, ¿sabe?... – Y sintió que el joven lo escuchaba y asentía.

 

Pero entonces las rayas fueron las que contestaron otra vez:

- A ver, a ver... Sí, aquí está, ¿es esta? – Y las manos del joven, como entes independientes, separaron del montón un alma muy oscura pero algo ajada en los extremos, que se hallaba casi en el fondo de la pila.

 

Y tras una mirada rápida el cliente respondió:

- Pues no, me temo que no... Estas manchas blancas son falsas, parece que alguien ha mentido últimamente. Si se fija, las manchas no son blancas, son grises.

 

- Pues tiene usted razón. Es que no me hago a la idea de cómo pueden ser... – Y ahora era otra vez el muchacho curioso el que contestaba...

 

- Déjeme, déjeme a mí, si me permite, yo conozco las manchas... – Y acercándose a la pila metió las manos entre medio del caos oscuro, y hábilmente, cual pescador experto, sacó un alma de gran tamaño que estaba como escondida - Ajá, es ésta, seguro, ah, además, no le había dicho, tiene un brillo en la parte superior... ¿lo ve?

 

- Ah, sí, sí, parece bastante brillante... – El joven paró de pronto de mascar el chicle y examinó atento el alma que le tendían a la vista... Y el cliente se sintió otra vez como que lo estaban atendiendo.

 

Ahora mirando entonces a la cara del muchacho que abría los ojos sobremanera comenzó una suerte de explicación:

- Fue hace poco, tuve un sueño en el que volvía a tener esperanza en el futuro... No crea, no duró mucho, fue sólo un sueño.

 

- Más vale, desde luego – contestó rápidamente el muchacho - si lo atrapan haciendo esas cosas por la noche, le puede caer un arresto de los buenos... Como mínimo me han dicho, son seis años de reclusión... Imagínese lo que puede resultar de ello... Porque no hay posibilidades, cuando se está encerrado, de mantener mucha oscuridad en el alma. La culpa, la soledad y las ansias de libertad, hacen mella principalmente en el tamaño de las alas ajustables. Sí, sí... es una imagen casi desconsoladora le diría.

 

- Bueno, bueno... – y dijo esto ya con más soltura – Ahora en confianza con usted... Todos hemos de tener nuestros pequeños vicios... ¿o no lo cree así? ¿No los tiene acaso usted?

 

- Oh, oh, sí, sí... Una vez manché la cuasi perfecta negrura de mi alma con una amiga... casi me empezó a gustar, tenía interés en conocerla, en charlar, en disfrutar de una amistad, o de algo más ... dado el caso, obviamente, de que ella estuviera a gusto.

 

- ¿Lo ve? ... No, si es que los seres humanos nunca seremos perfectos... Ya se lo decía yo. Hasta los más puros tienen a veces sus sueños de libertad, de amor, y justicia... Pero bueno, no hay solución que se me ocurra al menos ahora... – Y dando media vuelta – Bueno, me voy a ir yendo entonces, ha sido usted muy amable. ¿Le debo algo?

 

- Oh, no nada, nada... Éste es un servicio gratuito. Pero... si le he de ser sincero... Me gustaría tanto borrar esas manchas blancas de su alma... ¿No ha pensado en prestarla en alguna tintorería para que se la usen y la dejen de punta en negro?... Le digo que hasta me ofrecería yo mismo si usted quisiera... – Y por una vez al joven le brillaron más los ojos que las rayas rojas de la camisa.

 

- ¿Sí? Puede hacerlo cuando quiera... Es que yo, la verdad, de borrar ese tipo de cosas... nunca me acuerdo. Fíjese, el otro día borré el recuerdo de mi madre que me cuidaba, y hacía años que tenía que hacerlo... Pero soy, así, un descuidado. Me llegan a atrapar con ella y me tengo que hacer cargo de una buena multa... En fin, jovencito, lo dejo, que tenga usted un negro día.

 

- Igualmente. Y recuerde: “Lleve siempre consigo su negra alma, y esté pendiente de que se oscurezca un poquito más día a día. Adiós."

 

Y el camino inverso por los azulejos grises del gran salón, le indicaron al cliente la salida.

FiN

 


¡¡Arriba las manos!! ¡¡Arriba las manos!! ¡¡Arriba las manos!! ¡¡Arriba las manos!! ¡¡Arriba las manos!! ¡¡Arriba las manos!! ¡¡Arriba las manos!! ¡¡Arriba las manos!!

 

Web Design - ArweniTa © 2002