Medusa
by
Arbu.
La mujer tomó el jarrón y
lo arrojó sobre la cabeza del anciano. "¿Qué has hecho de mi
vida?" le recriminó gritando. Su cara, en una profunda mueca de
disgusto, denotaba la cólera que la invadía. Sus manos, temblando, le
daban un patético aire de nerviosismo.
En su cabeza, miles de ideas fluían, y parecía dispersa; pero la
violencia se le notaba a la legua. Sus cabellos, agitados como si no
necesitasen viento y tomando vida por sí solos, la envolvían, dándole
un aspecto perdido y salvaje. En sus ojos, llamaradas de fuego encendían
todo lo que miraba, destruyendo con rencor cada uno de los recuerdos que
conservaba del lugar.
En el otro extremo de la habitación, el hombre no se daba por aludido.
Como riéndose de lo que pasaba, actuaba indiferente y miraba a la
muchacha con ojos de inocencia. "Cálmate Eva, no se arreglan así
las cosas", decía.
De pronto, algo cambió en el rostro de la mujer, y todo su cuerpo
pareció detenerse. Entonces, cuando parecía que la calma había
llegado, echó a correr. Atravesó la puerta del salón y siguió por el
pasillo hasta la puerta de calle. Una vez afuera, y con las mejillas
arreboladas de rabia e indignación, se plantó en medio de la avenida.
"Písenme los autos" suplicó. Su vida ya no tenía sentido.
El pecho, en una taquicardia continua, le dolía; pero más le dolía la
memoria de los buenos tiempos. Ese añejo sabor a alegría que le
llenaba el corazón y estaba ahora desapareciendo.
Se miró a sí misma entre el circular veloz de los autos y se pensó
loca; pero ya nada cambiaría su decisión. Su boca torcida le daba una
actitud de Medusa atacante, pero por dentro, cualquier buen observador
hubiera notado su miedo. Era sólo un arranque de locura; pero esta vez
muy justificado.
Entonces, y como saliendo de entre los bocinazos, la sorprendió un
auto. Sintió el golpe, directo en su costado izquierdo, y ya no pensó
más. El odio finalmente la había abandonado. d
FiN
|